La montaña dorada

Una isla rodeada, de árboles e inmensas montañas, sentados en la orilla del mar:
Rina, Timoteo y Sergio, todos de la misma edad, 10 años. Haciendo su castillo de arena, amigos inseparables.
¡Miren! Dijo Rina.
¡Ya casi terminamos! Sólo nos falta, hacerle el piso de la entrada, para llegar hacia el portón. Y de repente, aterrizó, con sus tremendas alas, el águila Cuperta. Ése fue el nombre que le pusimos.
¡Déjate de mover! ¿No ves que vas a hacer que se derrumbe? Aquí debemos estar unidos por la misma causa. En el trabajo y la amistad, es tan simple, el mundo es grande y bello. Uno siembra, cultiva, cosecha y el alimento perdura para toda la vida.
Ahora es tu turno. Trae conchitas en tu pico y así, formaremos un lindo caminito.
¿ Ves que la naturaleza es muy sabia? Sólo piensa y actúa correctamente en la vida.
El águila obedecía, y fue trayéndolas una por una.
La verdad, quedó un maravilloso castillo.
Pensé: No duraría por mucho tiempo. El oleaje se lo llevaría, pero valió la pena acabarlo, y verlo.
Era un triunfo y alegría de lograrlo, que todo se puede y se quiere, cuando hay voluntad.
Al rato, mirando el mar, sus aguas, lo fueron desapareciendo.
De repente, Rina gritó: Miren está flotando una botella. Vamos a ver.
Timoteo fue corriendo y la cogió. Pero vio que había algo dentro. Quisieron destaparla, pero el corcho era grande y muy sujeto en la botella, no se podía.
¡Águila Cuperta ve a tu nido, viene la noche!
Y obediente, se fue volando.
Iremos mañana, donde Juanito el gasfitero, él tiene herramientas, él podrá destaparla.
Pero lo guardaremos en secreto, hasta ver que había dentro.
Al día siguiente, se despidieron de sus papás y se fueron a la escuela.
A la salida, fueron donde Juanito.
Rina, sacó la botella de su mochila.
Juanito la vio y dijo: Tengo un gran sacacorcho. Y al rato, la destapó, saltando el corcho, casi hasta el techo, por la presión, de tanto tiempo.
Fíjense, hay un pergamino, pero casi no se distingue la escritura.
A ver Timoteo, le dijo Rina. Tú eres tan hábil, en la lectura, que nos puedes descifrar…
Es tan complicado.
¡Anda, tú puedes! Le dijo Sergio. Estamos tan ansiosos por saber de qué se trata.
Se los leeré : Soy el pirata Martin Gouliet. Hundieron mi barco y unos malechores me tiraron al mar, en un pequeño bote, con sólo tres botellas de agua, una linterna, y unas cuantas latas de conservas. Así no podría subsistir, mi vida se apaga. Les dejo un mapa para hallar mi tesoro, la X que marca el lugar exacto, en dónde hallarlo.
Los tres se miraron estupefactos. Juanito no creía esas cosas y se fue donde un cliente. ¡Adiós chicos!
Fijémonos, es en una isla llena de montañas, y un faro casi en alta mar, frente a unas rocas, iluminando sobre una alta montaña.
¿Pero no se dan cuenta? ¡Es nuestra montaña dorada!
Encontrarán una cueva.
Está aquí, la flecha lo indica. ¿Será verdad? Exclamó Timoteo. No lo creo, o una broma.
Rina no dudó, ¿por qué no puede ser verdad? ¡Si los piratas existieron!
Entonces, manos a la obra. Esperemos el sábado. ¡A ver qué llevamos! Linternas, soguillas, gorras, primeros auxilios. ¡Somos unos verdaderos exploradores!
Me parece mentira, estar en esta aventura.
Sergio empezó a dudar.
Rina exclamó: ¡Tienes que creer y tener fe, para así lograr lo que deseas!
Está bien sabionda.
Basta, no discutan, dijo Timoteo.
Muy temprano empezaron éste recorrido, que no sería fácil.
Había obstáculos, muchas piedras, rocas, donde luego debían llegar a una cueva.
Después de mucho andar, Sergio gritó: ¡Ya la vi allá, dirigiendo con su mano!
De verdad, existía. Como nadie lo supo. Y se dieron con la sorpresa que no estaban solos. Muy cerca, volando se acercaba el águila, estaba cerca de su guarida. Aterrizando en el hombro de Rina.
¡Hola! ¿Qué haces por aquí? ¿Y con tu pico, no ves que me vas a hacer un hueco en mi blusa?
¿No ves? Dijo Timoteo, nos quiere decir algo.
¿A dónde nos querrá llevar?
Mira cómo mueve sus alas. Las dirige a ese tronco. Pero si es un nido enorme con huevos del águila. Esto nunca, me lo imaginé. Parece que pronto nacerán. La cáscara está semipartida y nacerán sus polluelos.
Le tomé su cabecita acariciándola, y ella agradecida, abrió sus alas y echó a volar.
Y ahora, entremos a la cueva, es un poco profunda.
Había mucha humedad, y tan oscura que casi no se veía. Prendieron la linterna.
¡Qué miedo, si hay murciélagos! Nos protegeremos con nuestras gorras.
¿No escuchan un ruido?
Claro que sí, como una cascada que cayera agua. Es más allá. Los tres mudos observaban, como de sus rocas, caían tremendas plantas de helechos, flores preciosas, volando enormes mariposas.
Era como un jardín de ensueño. Ni el oro ni la plata, podrían opacar tremenda belleza. ¿ Y el tesoro dónde estaba?
¡Miren! Ahí a lo lejos se ve una caja.
Ábrela rápido dijo Rina, tengo tanta curiosidad. Y a la vez, tengo miedo que salga una serpiente.
Ya estaría muerta, dijo Timoteo, por no poder respirar, allí encerrada. Timoteo, la abrió rápidamente, sobresalía un enorme sombrero de pirata.
A ver... tenía unas iniciales : MG. Eran las iniciales del nombre del pirata, Martin Gouliet. Y tres botones dorados, serían de su saco, pero el color no se vería desgastado. ¡Entonces serían de oro, nos los llevaríamos como trofeos!
Pero no habían coronas, monedas, sólo unos sobres, tan desgastados.
Abrimos uno y decía : El dinero, no me dio la felicidad, que tanto ambicioné, por eso quiero darles, lo más preciado, los valores, que son únicos y verdaderos, en estos sobres.
Abrimos uno, por uno:
El Amor.- Lo más grande, puro y bello, es amar.
La Amistad .- Que la sepas conservar como un preciado regalo.
La Honradez.- Que fomentes la honestidad sin prejuicios, ni engaños.
El Respeto.- Tratar por igual a los demás, como lo hicieran contigo con humildad.
Volvieron a cerrar la caja, felices; llevándose los sobres, como el mejor tesoro, que habían descubierto.
Ya regresando a casa…
¡Ahora, comprendemos, el por qué, el nombre de la montaña dorada!
¡Los rayos del sol, en los atardeceres, parecen un plumaje de colores; la iluminan, como un destello de luz, radiante en todo su esplendor e inmensidad!
Y a lo lejos, se escucharon cantar, a los polluelos del águila Cuperta.